Simplemente me deje seducir por el torrente de luz que esa mañana se disfrutaba... por el enorme bullicio del mercadillo de barrio que hacia de preludio a tu soledad... al cosmopolita olor de sus gentes que... viniendo de fuera se concentraban allí.
Desde la algarabía, nos fuimos acercando a la parte antigua, bordeando el río, el silencio se adueño de nosotros, miradas perdidas en la arboleda, silencios solamente rotos por el gritar de la chiquilleria... el camino se hizo fresco sobre el calor del sol.
Callejuelas de piedra de pulcra talla, plazuelas medievales con terrazas limpias solo esperando a los clientes... mudas y solitarias.
Pastelerías de rancio abolengo, centenarias con sus frutos en sazón en sus vitrinas... dulces colores que nos embriagan los sentidos y nos secuestran la vergüenza.
El remate final, este geiser artificial... ruidoso y limpio... naturaleza y fuerza que refrescan el ambiente y humedecen los ojos.
Solo un minuto duro la visión... desde la Catedral de S.Pedro de Vic... el sol quería protagonizar este acto... hermoso y simple... luz hiriendo las sombras del altar mayor... Dios estaba allí.
Amen.
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