jueves, 25 de octubre de 2012

LE RELAIS DE VENISE BARCELONA... qué recuerdos.


Era un día  gris, Barcelona lloraba gotas de lluvia, el fresco aire de la noche me golpeó la cara al salir a la calle; un momento de esos en los que no sabes si girar a la izquierda... derecha o... media vuelta y volver a subir a casa, sentarte ante la tele y pedir una pizza.

Como siempre... en cuanto llueve en la ciudad, me acuerdo de ellos... ese restaurante, Le Relais de Venise, bajando Pau Claris, con su toldo rojo, su luz mortecina, el murmullo de la gente mientras hace cola para que les den mesa... siempre abarrotado.

La dueña, que ya me conocía me rescataba de la aglomeración y me colocaba en un rincón libre junto a un enorme ramo de flores frescas que... lejos de intimidarme, me protegían de las miradas de desdén de los que esperaban mesa.

Nada mas entrar, me servían una copa generosa de Somontano, el Rioja... un insulto. Al poco tiempo me llegaba la ensalada de hojas de cogollo, nueces y una fortísima salsa de mostaza con nueces... exquisita, fresca... mientras devoraba la prensa del día .. escuchando el variopinto run-run de las mesas de al lado... cenas de negocios... enamorados mirándose las manos y ruborizándose del sabor de su piel.


Just in time... llegaba siempre la ensaladera de inox con la carne, un entrecotte pre-cortado en láminas finas, ni mucho ni poco... lo justo, regadas con una salsa de hierbas secretísima, te la enseñaban, aspirabas el aroma y te decías... calma.

En una mesa auxiliar, junto con unas velicas blancas colocaban la bandeja para que aguantara la temperatura,  la mitad de la carne con su salsa y una generosa porción de patatas fritas, cortadas finas... doradas, crujientes, extraordinarias.



La carne al punto, poco hecha, deliciosa, la salsa inolvidable, cuando terminabas el plato... te servían el resto... con más patatas fritas, eso si... acabadas de hacer.




El servicio excelente, las  chicas de negro con delantales blancos, impecables, amables, ágiles y en su punto. Una verdadera lástima que cerraran allá por el 2010, fueron tantas cenas solitarias, relajadas, con charlas amenas de la dueña, cerraban tardísimo  yo iba con mi chándal pijama... una verdadera pena haber perdido este rincón.

Saludos.



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